Día tras día, el compromiso responsable, tanto personal como comunitario (individual y colectivo), sobre la protección de nuestra hermana tierra, nuestra casa común, se hace urgente y perentorio; el Papa Francisco expresa este enunciado diciendo:
“Se incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, porque la humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común”.
Es necesario recordar que desde Juan XXIII hasta Benedicto XVI, han hecho referencia al respecto a través de diversos medios; no se puede desconocer que diversas agrupaciones sociales, religiosas, comunitarias, entre otras, han tomado cartas en el asunto.
Como ejemplo, tenemos al Patriarca Bartolomé, actual Patriarca de la Iglesia Ortodoxa de Constantinopla, quien se ha referido a la necesidad de que cada uno se arrepienta de sus propias maneras de dañar el planeta.
Por otra parte, se hace necesario tomar a San Francisco como modelo, guía, inspiración, ya que él es el ejemplo por excelencia.
Basados en el llamado del Papa, de proteger nuestra casa, INCLUYENDO A LOS JÓVENES, debemos comprender que el deber de llevar a cabo la forma de cómo construimos el futuro de nuestro planeta, es de todos.
En cuanto al cuidado de los ecosistemas, cuando solo se busca un interés económico, a nadie le interesa su preservación, lo cual se traduce en CORRUPCIÓN.
Hay que prestar atención a las causas que tienen que ver con la degradación humana y social. No hay conciencia sobre la problemática de los excluidos; se debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar el clamor de la tierra, así como también el clamor de los pobres.
Hay que hacer consciente al ser humano sobre la unicidad, y así llevarlo a comprender que está llamado a reconducir todas las criaturas a su creador